Renoir muestra una minuciosidad técnica sorprendente como se puede apreciar en los reflejos del agua y en una paleta con la que representa todos los aspectos de ese paraje sin perder la uniformidad tonal del cuadro
LAS CARAS DE LOS PERSONAJES
El impresionismo, igual que la pintura del renacimiento, invita al espectador, no sólo a mirar la obra sino a mirar a ambos lados de ella, como si el cuadro se extendiera más allá de lo que representa, la cara de la madre mira fuera del cuadro, invitándonos a imaginar un mundo fuera de ese espacio; la niña nos mira directamente a nosotros, como si pudiera vernos, como si estuviéramos allí, y se acerca tímidamente a su madre ante la presencia de ese desconocido que es el propio espectador.
Sus caras denotan serenidad, tranquilidad que enlaza con la vegetación y ese paisaje calmado que descubríamos antes. Este es el aspecto esencial de esta obra: la paz que transmite, la certeza de que nada malo pasará y que cuando dejemos de mirarlas, la niña volverá a sus juegos, la madre a posar la vista en su hija, hasta que una nueva y curiosa persona vuelva sus ojos hacia ellas.
Me gustaría también destacar los sombreros de ambas, el de la madre rojo con una flor roja y el de la niña, colorista, floral que a mí me parece enlazar con la cesta que tiene en sus manos, muy llena de color y que sin embargo no rompe la esa unidad tonal del cuadro.
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